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Esteban Gumucio

La precariedad como espectáculo.

Por Gonzalo García Campo (*)

«Las luces no debiesen, ahora, iluminar el espectáculo del rescate, sino alumbrar lo que aún es recubierto por mantos de silencio y omisión: las condiciones estructurales que permiten que 33 trabajadores hayan puesto en riesgo su vida por el incumplimiento de básicas obligaciones del empleador».

Se ha anunciado con bombos y platillos. Se ha hecho gala del elenco que protagonizará la película, dentro del cual destacan Antonio Banderas y JulietteBinoche. Se ha presentado como la proyección internacional de uno de los mayores logros de Chile, supuesto motivo de orgullo y complacencia para el país.

Se trata, como es previsible, de la película “Los 33”, a estrenarse en Chile el jueves 6 de agosto.

Lo que se sabe hasta ahora es que la película estará centrada en la operación de rescate de los 33 mineros que pasaron, el año 2010, cerca de dos meses encerrados a más de 700 metros de profundidad, luego del derrumbe de la Mina San José. Y ha sido esperada con expectación. Sin ir más lejos, los jugadores de la selección tuvieron la oportunidad de ver el tráiler en medio de la concentración de la Copa América.


La operación de rescate, qué duda cabe, fue un acto espectacular: logró salvar a las 33 personas encerradas, luego de una espera angustiosa (para ellos, en el encierro; para sus familiares, en el campamento Esperanza, montado cerca de la mina), usando tecnología del más alto nivel y demostrando la excelencia de los equipos técnicos que permitieron el éxito de la operación. Alcanzó, incluso, para que un entonces desconocido ministro de Minería comenzara a atisbar una posible carrera presidencial.

Todo ello justificó las eufóricas celebraciones que se expandieron por el país entero cuando se supo del rescate.

Pero a cinco años del accidente es necesaria una reflexión más profunda, que vaya a la raíz de lo sucedido. Y entonces, cuando se contempla con distancia, la realidad parece ser mucho más oscura que lo que aparentaba.

Pues –y puesto así parece obvio– lo que hay antes de una operación de rescate, revestida de espectáculo, es la tragedia de 33 trabajadores víctimas de la desprotección más absoluta. No solo la desprotección física, que a punto estuvo de acabar con su vida, sino aquella propiciada por un sistema de relaciones laboralesque hace oídos sordos al incumplimiento de los derechos más básicos. No debe olvidarse que la Mina San José había sido multada, por falta de medidas de seguridad, dos semanas antes del accidente. Y que aun así siguió operando, produciéndose los hechos por todos conocidos.


La euforia que produjo el rescate impidió ver, en ese momento, el drama que se escondía detrás de un hecho como el vivido. El ambiente fue, de forma inocente o no, tomado por los festejos. Lo lamentable es que a un lustro de los hechos (la película se va a inaugurar, exactamente, 5 años y un día después del accidente) aún se festeje el rescate y se omitan las discusiones y medidas a que un evento de estas características debió haber dado lugar. Las luces no debiesen, ahora, iluminar el espectáculo del rescate, sino alumbrar lo que aún es recubierto por mantos de silencio y omisión: las condiciones estructurales que permiten que 33 trabajadores hayan puesto en riesgo su vida por el incumplimiento de básicas obligaciones del empleador.

El peligro, entonces, es que la película contribuya a que sigamos pendientes de lo que fue coyuntural, una medida de emergencia ante una tragedia sin proporciones, pero que olvidemos el drama que subyace. Y este peligro no entraña solo una cuestión de principios. Conlleva el riesgo de que la desgracia vuelva a suceder. Y que para la próxima, la suerte no juegue las mismas cartas y el resultado del accidente sea fatal. Y en el intertanto habremos montado nada más que voladores de luces, mientras se sigue haciendo de la precariedad norma y espectáculo.

(*) Gonzalo García Campo: Abogado de la Universidad de Chile y miembro del Comité de Derecho Humanos de la Población La Legua.

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